Mafe y yo nos fuimos hace un par
de días a un bar-restaurante del Park Way donde venden una cerveza buenísima.
Siempre le digo Monasterio, pero se llama Apóstol. Aprovecho para recomendarla
porque en especial la roja (Dubbel) es deliciosa. Terminando la propaganda,
continúo.
Mafe y yo por pura casualidad,
vivimos historias similares en los mismos momentos: terminar con novios con quienes
llevábamos mucho tiempo, estar felices y tranquilas solas, regresar
inexplicablemente con ellos y terminar de nuevo. Lo curioso es que todo eso nos
sucedió simultáneamente cuando ni siquiera nos hablábamos mucho, pero
aparentemente el contexto - o la vida, quién sabe - nos unieron, lo cual ha
sido bastante fructífero.
Estuvimos hablando bastante ese
día, esta vez no sobre los ex sino sobre la forma de amar, o sobre el amor en
general. Muy a pesar de mi falta de emoción hacia escribir cartas o dedicar canciones,
debo admitir que una parte de mí conserva aún esa idea de cuento de hadas sobre
almas gemelas, sobre ese ser especial que debe andar por ahí y que es un
perfecto complemento para mí. Mafe y curiosamente un par de amigas más están en
ese momento en que se preguntan (y me preguntan a mí, de paso) si encontrarán
algún día a ese hombre perfecto para ellas. En medio de mi actual idealismo al
respecto, yo respondo que sí, que hay que esperar, dejar de buscar y calmarse,
lo único realmente necesario es la confianza en uno mismo y la tranquilidad
porque eso sí, mientras más se obsesionen con buscar menos van a encontrar.
Pero ese día Mafe me dice que está reevaluando esa idea y que comienza a pensar
que tal vez eso no existe y que en la vida nos dedicamos a “aprender a amar”. Me
quedo en silencio, yo había considerado el aprendizaje en el amor como una
experiencia exclusiva con cada pareja que por supuesto enseña lecciones
aplicables a futuro en otras relaciones, pero también tiene unas
particularidades que hay que volver a aprender en cada ocasión. Ella menciona
que las relaciones transitorias vienen siendo una especie de entrenamiento para
que algún día, cuando la técnica esté perfeccionada, cuando se haya aprendido
lo suficiente, cuando uno se conozca bien, aparezca alguien que no
necesariamente está seleccionado por la vida, por la magia o por alguna mano
invisible sino que justo en ese momento y tras recorrer un camino igualmente
pedregoso pero productivo, tuvo la fortuna de encontrar alguien que había
aprendido tanto como él.
Si soy honesta, a mí me gusta la
idea del “meant to be”…no necesariamente preseleccionado por un ser
supremo, pero sí una persona que casualmente comparte gustos, formas de pensar
o que sin importar como sea, hay una compatibilidad con uno mayor a la que
tienen otros. Sin embargo, llego a pensar que eso puede no ser suficiente, que
Mafe tiene razón y es necesario aprender bastantes cosas antes de incursionar
en una aventura de alta envergadura con una persona, incluso si es “el elegido”.
Este post no tiene ninguna
conclusión: no sé. Me quedo de nuevo con mi idea de cuento de hadas, porque me
gusta, pero no sobra añadirle un toque de realismo.